sábado, 26 de marzo de 2016

ARQUITECTO INTERNACIONAL


Esa fue la última vez que mi abuelo pronunció mi nombre, no me dijo nada especial, él no sabía que sería la última, ni siquiera recuerdo lo que dijo, solo sé que mostraba una sonrisa en su cara, se despidió contento pero fue triste su muerte, mi abuela todavía no es consciente y sigue hablando con él como si todavía estuviera sentado en el sillón del salón acompañado de su perro. Echo tanto de menos esas historias de la guerra civil, tantas veces contadas, o esas frases que decía y repetía hasta hacerlas sonidos cotidianos: “la pereza es el peor enemigo de un cristiano” , “el viejo no es viejo, es diez veces niño”, “no se come cuando se habla , ni se habla cuando se come”. Y no es que mi abuelo no tuviera repertorio, pero llega un momento que, o te callas, o repites a menudo las mismas frases. A mi abuelo no le conocí sin el sombrero, le daba igual que fuera verano o invierno, que hubiera flores o hojas secas en el suelo, siempre lo llevaba puesto, formaba parte de su cabeza, yo creo que lo hacía para diferenciarse de la multitud, distinguido y educado caballero, aunque él aseguraba que era para que nadie pudiera robarle las ideas. 
Un viejo hiperactivo, no le gustaba dormir, porque sentía que perdía el tiempo, siempre decía: "el talento no es talento cuando lo pisa el tiempo", era un poeta de la calle y un prestigioso arquitecto, autor de importantes edificios por todo el mundo con una trayectoria profesional brillante.
La tristeza de algunas historias existe porque todas las historias se acaban, es una de las leyes de la propia vida, y es curioso pero cierto, las leyes de la vida nunca han sido escritas. 
Ni siquiera sabría decir cuando murió, no fue en un instante preciso, se fue despidiendo despacio, poco a poco empezó a olvidar las cosas: el día de su cumpleaños, la manera de regresar a casa, el sentido de sus frases célebres, el nombre de sus nietos, para que servía el sombrero, etc... 
Al principio le daba rabia no ser capaz de recordar, que triste era verle llorar, se le escurrían las ideas por las mejillas, siempre haciendo memoria, soñaba de los recuerdos y llegó el momento en que dejó de añorarlos y recordarlos. A mí, me olvidó antes que a la guerra, sus últimas palabras fueron los tatuajes de su memoria, tenía grabados esos recuerdos con agujas. 
La muerte cuando se siente cerca es lo más triste de la vida, y la vida no existe si se apaga la actividad que nos hizo conscientes, a veces pienso que el ser humano no debería tener conciencia de la muerte, pero es eso lo que nos hace humanos y diferentes, como de su querida mascota, el dálmata que no lo encontró a faltar al día siguiente de su muerte.






















6 comentarios:

  1. Esta vez con esa localización te has llevado el Oro...

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    1. Gracias Jabier Suarez!!!
      Sé que tu sabes lo que e siente l entrar en un lugar y encontrarse con maravillas como esta,,!!!
      Un aludo
      Jordi Vall
      Recuerdo Abandonado

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  2. Aprovecho este espacio para felicitarte por tu santo y por el excelente trabajo, tanto fotográfico como el texto que lo acompaña. Me ha llamado la atención el lavabo en el pasillo. Nunca lo había visto así sin estar disimulado en un espacio cerrado. Por otra parte, imagino esa vivienda decorada con mobiliario de calidad y complementada por otros elementos y la supongo magnífica, lujosa. Una maravilla. Es una pena que estos tesoros se echen a perder y caigan en el olvido.

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    1. Si, es cierto, también fue una sorpresa lo de esa pica en el pasillo, He visto muchos pisos modernistas y muy pocas veces lo he visto. Era un piso con más de 200 metros cuadrados, muchos espacios estaban vacíos y no merecía la pena hacer fotos, pero otros estaban llenos de efectos personales. Una gran sorpresa!!
      gracias por tus felicitaciones, son bien recibidas.
      Un abrazo
      Jordi Vall
      Recuerdo Abandonado

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