Desde que puso en marcha la flamante fábrica de harinas, al momento y desde el primer día de producción, fue muy fácil liderar el mercado dentro de la provincia, todo era sencillo, no era necesario preocuparse de nada, la fábrica funcionaba con la inercia rutinaria de cada día. Con maquinaria de prestigiosas marcas como: José Pané S.A., Morros S.A., Daverio y Cia S.A., este último fabricante hizo llegar desde suiza la maquinaria más actual e innovadora para las nuevas instalaciones.
Pasados los años bajó sustancialmente su peso en el sector, su antigua manera de pensar era un inmenso mar de miedos, los acontecimientos lo anulaban para encontrar soluciones acertadas a esos ataques del mercado con una competencia del sector cada vez más voraz. Y comprendió, el miedo que dejaba crecer en los rincones de su mente era mucho peor y corrosivo que la situación real cuando se mostraba en el momento presente. Aquello que le daba un miedo terrible nunca llegaba a ser como tiempo atrás había imaginado.
Llegó el día en que hubo de enfrentarse a las adversidades, antes su antigua manera de pensar daba más importancia en lo que podía ir mal que en lo que podía ir bien para mejorar la producción y la consecuente venta de las harinas.
Las conclusiones llegaron a tiempo, eran necesarios los cambios constantes, tanto si eran esperados como si no y al poco tiempo las nuevas creencias fomentaron una nueva actitud y nuevos comportamientos de los trabajadores, fue sencillo, pronto dieron con la posibilidad de obtener del trigo más limpio la harina más blanca con una calidad excelente.
Los cambios del mercado ya no les afectaban, más bien generaban y lideraban los cambios que se sucedían en el ramo de las harinas y sémolas.
La clave ante los inminentes acontecimientos se resumieron en: previsión ante los cambios del mercado, control del cambio, adaptarse al cambio, aplicar cambios en la fábrica, disfrutar con esas mejoras y seguir atentos a los posibles nuevos cambios día a día. Así fue como desde los años 30 hasta los años 70 la fábrica era un referente a seguir dentro de la industria del país.
Pasados los años bajó sustancialmente su peso en el sector, su antigua manera de pensar era un inmenso mar de miedos, los acontecimientos lo anulaban para encontrar soluciones acertadas a esos ataques del mercado con una competencia del sector cada vez más voraz. Y comprendió, el miedo que dejaba crecer en los rincones de su mente era mucho peor y corrosivo que la situación real cuando se mostraba en el momento presente. Aquello que le daba un miedo terrible nunca llegaba a ser como tiempo atrás había imaginado.
Llegó el día en que hubo de enfrentarse a las adversidades, antes su antigua manera de pensar daba más importancia en lo que podía ir mal que en lo que podía ir bien para mejorar la producción y la consecuente venta de las harinas.
Las conclusiones llegaron a tiempo, eran necesarios los cambios constantes, tanto si eran esperados como si no y al poco tiempo las nuevas creencias fomentaron una nueva actitud y nuevos comportamientos de los trabajadores, fue sencillo, pronto dieron con la posibilidad de obtener del trigo más limpio la harina más blanca con una calidad excelente.
Los cambios del mercado ya no les afectaban, más bien generaban y lideraban los cambios que se sucedían en el ramo de las harinas y sémolas.
La clave ante los inminentes acontecimientos se resumieron en: previsión ante los cambios del mercado, control del cambio, adaptarse al cambio, aplicar cambios en la fábrica, disfrutar con esas mejoras y seguir atentos a los posibles nuevos cambios día a día. Así fue como desde los años 30 hasta los años 70 la fábrica era un referente a seguir dentro de la industria del país.