En el año
1858 dos hermanos, descendientes de empresarios textiles de la ciudad, compraron unos terrenos junto al río Llobregat para
construir una nueva fábrica,
cuya maquinaria seria impulsada por la
fuerza del paso de agua.
Inició su actividad textil hacia el año 1860 con máquinas de hilar y cardar, poco después se incorporaron los telares y a finales de siglo ya era la industria textil más importante de la ciudad. Posteriormente se construyeron los edificios de la fachada de la carretera de acceso a la ciudad, donde estaban situados el almacén de balas de algodón, las abridoras, los batanes, el portal con la portería para el control de entradas y salidas y la casa de dos pisos donde vivían los propietarios durante sus estadas en la colonia.
Ya en el siglo XX se construyeron las oficinas y la sección de acabados, blanqueo, tinte, apresto, confección, doblado y empaquetado. A mediados de este siglo la fábrica llegó a tener 1200 trabajadores repartidos en tres turnos, unos 500 telares y las correspondientes máquinas complementarias de todo el proceso textil.
Fue preciso construir pisos para los trabajadores, iglesia, colmado, cafetería, hostal, estanco, convento con escuela, residencia para chicas jóvenes, teatro y comercio. La colonia ya era como un pueblo, hasta que el ritmo de producción se paró momentáneamente en las décadas de 1970 y 1990, debido a la crisis que afectó la actividad textil y que provocó en primer lugar la supresión de la línea de tren y finalmente el cierre de la fábrica en el año 1992. Hoy, 23 años más tarde, aquel núcleo industrial solo conserva en uso el edificio del convento de monjas usado en la actualidad por artistas con fines culturales.
Inició su actividad textil hacia el año 1860 con máquinas de hilar y cardar, poco después se incorporaron los telares y a finales de siglo ya era la industria textil más importante de la ciudad. Posteriormente se construyeron los edificios de la fachada de la carretera de acceso a la ciudad, donde estaban situados el almacén de balas de algodón, las abridoras, los batanes, el portal con la portería para el control de entradas y salidas y la casa de dos pisos donde vivían los propietarios durante sus estadas en la colonia.
Ya en el siglo XX se construyeron las oficinas y la sección de acabados, blanqueo, tinte, apresto, confección, doblado y empaquetado. A mediados de este siglo la fábrica llegó a tener 1200 trabajadores repartidos en tres turnos, unos 500 telares y las correspondientes máquinas complementarias de todo el proceso textil.
Fue preciso construir pisos para los trabajadores, iglesia, colmado, cafetería, hostal, estanco, convento con escuela, residencia para chicas jóvenes, teatro y comercio. La colonia ya era como un pueblo, hasta que el ritmo de producción se paró momentáneamente en las décadas de 1970 y 1990, debido a la crisis que afectó la actividad textil y que provocó en primer lugar la supresión de la línea de tren y finalmente el cierre de la fábrica en el año 1992. Hoy, 23 años más tarde, aquel núcleo industrial solo conserva en uso el edificio del convento de monjas usado en la actualidad por artistas con fines culturales.
Si hay un piano, el lugar se convierte automáticamente en una joya ♡!!
ResponderEliminarGracias Noelia!!!!
ResponderEliminarGracias por seguir mi blog!!! si, los pianos siempre son una joya con toda la historia que guardan en su interior.
Un saludo
Jordi Vall