LA LAMPARA DE ALADINO

Saliendo de las clases de música, Jaimito me ha invitado a dar una vuelta por la ciudad, pero yo presentía que él llevaba una idea fija en la mente y más bien relacionada con alguna travesura de las suyas. De repente llegó el momento, me llevó a escondidas al taller de cerámica donde trabaja su padre. Su padre se pasaba horas y horas trabajando de manera artesanal en aquel taller. Montones de horas extras para poder llegar a fin de mes. Como hoy es festivo, segunda pascua, y su padre estaba hecho polvo haciendo la siesta, era el día perfecto para colarse en el taller donde se fabricaban infinidad de productos: Menaje, vajillas, figuritas, souvenirs, utensilios de cocina, etc..

Una vez allí recorrímos toda la fábrica, yo entendí que buscaba algo concreto, y así fue, él buscaba la gran sala de exposición de los productos acabados. Allí se encontraban perfectamente ordenados todos los productos en estanterías que iban desde el suelo hasta el techo, en sus cuatro paredes, con una gran escalera metálica y móvil para acceder a cualquier altura.

Jaimito estaba entusiasmado con llevarse a casa una pieza de las que fabricaba su padre, una pieza muy especial, la pieza escogida era una maravilla, me gustó mucho. Era una pequeña lámpara de Aladino, como la del cuento, habían miles en aquellas estanterías, Jaimito cogió una para él pensando que una nunca la echarían en falta, y yo no me pude contener, e hice lo mismo. Aquellas lámparas fueron adorno de nuestras habitaciones de adolescente, han sido muestra de la buena amistad que nos sigue uniendo y ahora adorna el mueble del recibidor de mi casa actual.