Cada mañana a primera hora dedico unos tranquilos minutos a leer la prensa del día, política, sociedad, cultura y ponerme al día de los deportes para saber que contestar si algún cliente hace algún comentario sobre la liga de fútbol. Un ruido ensordecedor el de la cafetera, pero a la vez agradecido, señal de que al momento me llega mi taza de café con ese aroma tan espectacular de todas las mañanas.
Hoy es un largo y duro día, toca hacer ruta de kilómetros para visitar al máximo número de clientes en las zonas alejadas de la gran ciudad, intercambiar impresiones, conseguir pedidos de material, solventar posibles incidencias, negociar nuevos contratos de venta, etc...
A media jornada siempre paro en una estación de servicio que ya conozco hace años. Al llegar, siempre la misma frase sencilla: lleno por favor!!. Luego dejo mi coche estacionado normalmente en el mismo lugar a la sombra y entro en el local. Hay supermercado, venta de algunos recambios y accesorios para el automóvil, prensa, cds de los hits del verano, "lo mejor de los 80"??, uno por favor.
A continuación hay una gran sala, es el comedor donde ya tengo mi lugar asignado como cada lunes y mi encantadora amiga Rafaela, sin que yo lo pida, ya me sirve el primer plato de mi menú preferido recién cocinado. Nos conocemos desde hace muchos años y siempre a la vez que me trae mi primer plato se sienta en la mesa frente a mi, charlamos de nuestras cosas durante un buen rato y eso poco a poco a cuajado entre nosotros una buena amistad.
En el último año he estado trabajando en otra provincia captando muevos clientes, hoy lunes como tantos otros inicio otra vez mi antigua ruta, ya no importa nada el día de la semana, todo ha desaparecido, y ya nada queda de aquello que tan bien me hacía sentir en este lugar.
Aquí sentado en el bordillo junto al surtidor de gasoil, alzando la vista hacia las ventanas del comedor, ya noto lentamente en mi interior esa emoción triste de vacío, incertidumbre, nostalgia e intriga melancólica, por no discernir que ha ocurrido aquí para llegar a este estado de abandono, y solo puedo preguntarme con actitud culpable:
¿que ha sido de todas aquellas agradables personas que tan bien me habían atendido durante años?.
¿que habrá sido de Rafaela?.
¿por qué nunca se me ocurrió pedirle el número de telf?.
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