lunes, 8 de diciembre de 2014

MASIA DE LA CÚPULA


La jornada empezaba con el amanecer, justo cuando el sol se asomaba por la ventana de mi pequeña habitación, había que apresurarse, el capataz era muy puntual y normalmente ya estaba en el patio esperando para hacer recuento de los jornaleros.  Una vez hecho el recuento y comprobado que nadie se había quedado durmiendo, subíamos a los carros tirados por caballos  adentrándonos en las fincas del terrateniente. Ya en los viñedos se trataba de recolectar la uva y cargarla en los carros, luego todo era depositado  en la masía esperando el siguiente paso en la producción del mejor vino de la comarca.
Llamada la "Masía de la cúpula verde", allí era donde entraba la uva y salía en barricas de vino con destino a los más prestigiosos establecimientos del mercado. En el patio habían las viviendas de los jornaleros, donde se encontraba mi estancia, paredes de color azul celeste, con una ventana, un camastro, una mesita y una sencilla silla. No echaba en falta nada más, el trabajo nos tenía ocupados todo el día sin descanso, excepto para dormir lo justo y sin conocer lo que era una festividad.  El capataz, a todo este proceso de elaboración del vino y con todo lo que comportaba, le llamaba “vendimia”, desconozco de donde sacó esa palabra  y su real significado. A mi modo de ver eso era una manera de subsistir.
Hoy era festivo, y en días como hoy, era muy probable que  mientras los dueños y sus distinguidos invitados bailaban al compás de la música bajo la gran cúpula, los jornaleros, al compás también de la música prensaríamos la uva sin parar en el piso inferior y  hasta bien entrada la noche.
En esos días, acompañado de música, siempre  intentaba imaginar como era la gran sala de la cúpula, aunque me hubiese gustado, nunca llegué a verla.










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