No es verdad que la muerte sea un silencio blanco, un
encalado muro de soledad vacía; no solamente un rostro sin arrugas, ni tiempo,
ni una gota es la muerte camino del olvido. La muerte es la criatura de un dios
que piensa en ella, que con sus manos tristes acaricia su mano; la muerte solo
encuentra la existencia en los otros: en los que siguen vivos, creadores de lo
cierto. Nadie muere en sí mismo. Nadie puede acordarse de cuando estuvo muerto,
de cuando ya no hubo aliento; la muerte es un extraño suceder de otra sangre, el
recuerdo de un soplo que pasó a nuestro lado. Nadie sabe de su muerte, los
demás la contemplan, más a ninguna alcanza poseer la que es suya.... y latiendo
prosigue quien se alberga en la honda memoria del hermano, del amigo o del
hombre, continúa en los otros, en sí mismo no ha muerto, aquel a quien reclaman
amorosos los vivos. Quien en un peldaño puso materia es de la lluvia por la que fructifican
los dones de la tierra. Porque la muerte es nada si conciencia se tiene de que
un pecho plural es el pecho del mundo; y si algunas veces un grano de esperanza
se angosta, otro grano se expande para inundar el río. Que nadie piense que con
la muerte todo termina, que la vida es eterna, y el tiempo generoso, y el
pequeño latido que desposó el silencio lo recogen los otros, y en sí mismo no
muere nunca.
Poema extraído de "Tiempo de siega y otras yerbas", Autor: Carlos Alvarez.
Sebastia Jove !!!!!
ResponderEliminarGracias por seguir este blog, que poca vida ya le queda!!! Recibir comentarios como el tuyo es un gran placer para mi.
Un saludo
Jordi Vall