CINE DE LA REALIDAD

Ramon espera paciente en la mesa del comedor ojeando la prensa a la vez que su mirada se alza cada ciertos minutos a comprobar la hora del reloj de pared. Todavía hay tiempo para alargar su tranquilidad un poco más, mientras Camila, todavía sigue sentada frente al espejo del tocador resaltando sus bonitos ojos color miel, sus pómulos y completando su imagen con un bonito peinado de los que ahora catalogaríamos como de un estilo vintage. Se apresuró a guardar sus pinturas y con aquel vestido negro algo ceñido,   después de calzarse aquellos altos zapatos de tacón  que hacía retumbar sobre el suelo de madera al caminar con decisión, y ya apoyada en el marco de la puerta de la estancia, y mirándole fijamente a los ojos, con una voz dulce, provocadora y guiñando un de sus ojos recién pintados le dijo: 

"ha valido la pena tu espera?,,,, nos vamos cariño?

El siempre quedaba fascinado el mismo día de la semana y a la misma hora antes de dirigirse hacia el cine de la realidad. 

Los Domingos por la tarde sin falta asistían a la sesión continua del cine del pueblo incluso sin consultar que películas se proyectaban. Eran la pareja ejemplar y su presencia era admirada por muchos de los habitantes de aquel lugar.

Ella siempre se adelantaba a sentarse en su preferida fila número 5, y reservaba  la butaca de su  derecha dejando su abrigo sobre ella para que luego se sentase su amado Ramon. 

Empezó la película, de argumento emotivo y trágico. El rimel se disolvía lentamente al paso de las lágrimas que no pudo contener durante toda la película.

Mientras, en la sala del proyector, unos momentos de descanso, cerveza en mano e interesantes conversaciones entre el encargado y el asistente. Antes de acabar la primera proyección ella orientó su mirada a su derecha y pudo comprobar que la butaca seguía vacía, con su abrigo y una fresca rosa blanca sobre él. Fue la primera persona en abandonar la sala con un paso ligero, cabeza gacha y sin poder inmovilizar su llanto. 

Caminando bajo la lluvia y el viento, pudo realmente volver a la realidad y recordar aquellos días aún incrédulos para ella, en los que su pareja perfecta se fundió en un abrazo con la  repentina y desoladora muerte, sin comprender como hoy sus pasos la guiaron con aquella preciosa flor en mano para ser depositada sobre la lápida más reciente de todo el recinto del cementerio.