PUERTA DIVINA

Ante mi, un trabajo excelente forjado en hierro, como esencia de una puerta de noble madera, robusta, necesidad obligada para lo que reguarda al otro lado y que no delata más allá de lo visible en los alrededores de su exterior. He comprendido que el mal y los demonios siempre acechan, incluso en esos momentos que parecen tranquilos y ausentes de peligro, en esas situaciones imprevistas de la vida y aleatorias pueden conseguir hacer bajar la guardia.

Una voz me susurra, me empuja, acompañado de mis pasos y sin una clara conciencia de  mi presencia, todo queda libre ante mi, inmensidad universal y gélida que respiro. 

Los vientos frescos sin maldad aparente pueden cambiar el destino en un segundo, hay que modelar la reacción haciendo uso de las intuiciones, las revelaciones o los secretos. Y  la prueba de ello es conseguir no descuidar el centro ni el cielo, jamás!!!.

Tormentas, sueños, espejismos y huracanes me confunden, perdiendo el rumbo inicial elegido. Todo está más que entendido, ya en mi mente, no hay explicaciones que dar, ni entender o exigir. 

Allí en el exterior truena con fuerza, los rayos intermitentes iluminan las delicadas formas del mármol frío, rígido, distinguido y de tenues colores. Destino de lo intangible en el ser, exhibiendo lo perpetuo en la materia e indisoluble en el tiempo.

Silencio impasible, perpetuo y ajeno al mundo exterior. Sintiendo como mis rodillas se doblan por si solas sin haber recibido una orden aparente y me reclinan lentamente ante el pequeño altar, sin ofrecer resistencia a nada, ausente a los estímulos, sin reflejos y con helada sangre que no circula.

Existencia de reflexiones detalladas de un ser espiritual, etéreo y de ninguna parte. Tiempo sin medida, detenido en eternidad todavía no merecida. Paz interna que me llena y poco a poco me devuelve a mi espacio terrenal asignado en el infinito universo como pasajero de un tren que no se detiene. Sol que nace y crece, calienta con fuerza, como cada mañana de este cálido verano.

Y sin decir nada ni nada que objetar, miro el cielo claro de esta mañana, y al volverme atrás, la puerta con sus inolvidables ornamentos ya está cerrada tal y como lo ha estado siempre. Ya en la lejanía pienso en la carencia de lucidez para discernir entre realidad, visión, delirio o imaginación.