La vuelta
a la nada existe y es más silenciosa e
inadvertida que la propia muerte, se produce sin entierros, funerales, herencias o deudas y sin amenas conversaciones acerca de las bondades retrospectivas del difunto. Sucede
tiempo después de la desaparición física de la persona, en algunos casos ocurre
casi de inmediato, en otros, se produce varios años más tarde e incluso muchas generaciones después.
Primero moriremos, estando sujetos a ese retorno a la nada, aún en la celebridad más dilatada, y ocurre como una fuerza imparable que no consiste solo en el olvido de la persona difunta por parte de los vivos, si no en la muerte de las personas que seguían guardando en sus memorias recuerdos e informaciones del difunto.
Efectivamente, llegará el día en el que todas las personas que por cualquier razón nos conocieron o guardaban informaciones sobre nosotros, morirán, y con ellas todos los recuerdos, buenos y malos, que habíamos dejado grabados en la memoria de cada una de aquellas personas. Con la desaparición de toda esa corte de personas también desaparecerá de manera definitiva algo más: nuestro nombre.
El mundo seguirá girando sin personas que nos hayan conocido o recordado, nadie sobre la tierra tendrá ni una sola anécdota sobre nosotros, sobre nuestras miserias y aciertos casuales.
Cuando la tierra amanezca sobre un horizonte en donde nadie sepa de nuestra pasada existencia, habremos muerto por segunda vez, para siempre y con el retorno inexorable a la nada.
Primero moriremos, estando sujetos a ese retorno a la nada, aún en la celebridad más dilatada, y ocurre como una fuerza imparable que no consiste solo en el olvido de la persona difunta por parte de los vivos, si no en la muerte de las personas que seguían guardando en sus memorias recuerdos e informaciones del difunto.
Efectivamente, llegará el día en el que todas las personas que por cualquier razón nos conocieron o guardaban informaciones sobre nosotros, morirán, y con ellas todos los recuerdos, buenos y malos, que habíamos dejado grabados en la memoria de cada una de aquellas personas. Con la desaparición de toda esa corte de personas también desaparecerá de manera definitiva algo más: nuestro nombre.
El mundo seguirá girando sin personas que nos hayan conocido o recordado, nadie sobre la tierra tendrá ni una sola anécdota sobre nosotros, sobre nuestras miserias y aciertos casuales.
Cuando la tierra amanezca sobre un horizonte en donde nadie sepa de nuestra pasada existencia, habremos muerto por segunda vez, para siempre y con el retorno inexorable a la nada.