La brisa marina apenas ahogaba la irradiación solar abrasadora e irreverente que tostaba la piel de los turistas ajenos al resto de criaturas, ávidos de luz tras un largo y frío invierno a miles de kilómetros de allí.
Las aguas claras bañaban la orilla y proporcionaban material de primera
para la construcción de castillos y torres de arena fina tan altos como la
imaginación alcanzara, y tan perfectos y hermosos, como lo permitieran los
moldes y manos de quienes, ingenuos, se negaban a aceptar el destino fugaz y
perecedero de tales obras plenas de creatividad infantil.
Los más pequeños, inquietos, ansiaban abandonar aquel círculo de sombra
presos de sombrillas de múltiples colores, saltar las olas, correr por la
orilla, revolcarse en la arena, montarse en la colchoneta inflable, y desde
luego, huir de las garras de sus padres incansables con la crema de protección
solar entre las manos.
La playa, un lugar soberbio, maravilloso en toda su dimensión, inexplicable, que la hace única, allí se acumulan recuerdos que se superponen unos a los otros hasta sumar un total de espejismos familiares, de amistad, anónimos y todos ellos con ánimos veraniegos embriagados de buenos momentos.
Un pedacito de playa te acompañará de por vida allí donde vayas, avivando tus sueños, alimentando tu nostalgia, hasta que el día en que regreses y te fundas entonces con tu propio yo infantil sobrevolando inocente las sombrillas de tus compatriotas. Un reencuentro con tu pasado en el presente, componiendo un futuro inmediato de armonía placentera y liviana como el sol matutino que acaricia tu rostro desde el balcón. Se llenan tus oídos de sonidos conocidos, nunca definitivamente olvidados, como el bullicio desenfadado de los bares al anochecer o el de la marea retrocediendo con su propia fina lengua de cristal llena de reflejos. Impregnado con los olores que tu olfato nunca desterró, a la espera de un nuevo capricho culinario, no por menos excelente, como el pescado frito o la paella marinera.
Respiraciones profundas, ya enamorado de este lugar, entregado a la causa, sientes la imperiosa necesidad de transmitir su dicha dotado de un sentimiento especial, una percepción que deja huella y que va más allá del momento efímero, es una llama siempre encendida, una luz que no se apaga ni en invierno ni en verano. Podrán retirarse los bañistas, podrá sucederse la caída del astro solar, pero ni siquiera entonces se perderá el encanto, porque incluso el atardecer brinda un fresco y vivo reflejo del paraíso. Los románticos pasearán por la orilla de la mano del rumor de las tranquilas olas y los rebeldes seguirán acostados en las hamacas, negándose a dejar marchar un día más de sus exiguas vacaciones y todos juntos compondrán sin saberlo, un momento único, una playa única, antojo de sibaritas vacaciones.
La playa, un lugar soberbio, maravilloso en toda su dimensión, inexplicable, que la hace única, allí se acumulan recuerdos que se superponen unos a los otros hasta sumar un total de espejismos familiares, de amistad, anónimos y todos ellos con ánimos veraniegos embriagados de buenos momentos.
Un pedacito de playa te acompañará de por vida allí donde vayas, avivando tus sueños, alimentando tu nostalgia, hasta que el día en que regreses y te fundas entonces con tu propio yo infantil sobrevolando inocente las sombrillas de tus compatriotas. Un reencuentro con tu pasado en el presente, componiendo un futuro inmediato de armonía placentera y liviana como el sol matutino que acaricia tu rostro desde el balcón. Se llenan tus oídos de sonidos conocidos, nunca definitivamente olvidados, como el bullicio desenfadado de los bares al anochecer o el de la marea retrocediendo con su propia fina lengua de cristal llena de reflejos. Impregnado con los olores que tu olfato nunca desterró, a la espera de un nuevo capricho culinario, no por menos excelente, como el pescado frito o la paella marinera.
Respiraciones profundas, ya enamorado de este lugar, entregado a la causa, sientes la imperiosa necesidad de transmitir su dicha dotado de un sentimiento especial, una percepción que deja huella y que va más allá del momento efímero, es una llama siempre encendida, una luz que no se apaga ni en invierno ni en verano. Podrán retirarse los bañistas, podrá sucederse la caída del astro solar, pero ni siquiera entonces se perderá el encanto, porque incluso el atardecer brinda un fresco y vivo reflejo del paraíso. Los románticos pasearán por la orilla de la mano del rumor de las tranquilas olas y los rebeldes seguirán acostados en las hamacas, negándose a dejar marchar un día más de sus exiguas vacaciones y todos juntos compondrán sin saberlo, un momento único, una playa única, antojo de sibaritas vacaciones.
This was a beautiful place at one time. Many beautiful woman at the beach.
ResponderEliminaryes, it is true,,,,,,, on the beaches of Spain there are wonderful women who bare their bodies to the sun !!!,,,, and retire when the time comes, it's time to eat a dish of Spanish gastronomy accompanied by a good Sangria.
EliminarUn saludo
Jordi Vall
Recuerdo Abandonado
Hermoso relato ,con detalles delicados , recordando bella época !!
EliminarHermoso relato ,con detalles delicados , recordando bella época !!
EliminarPrecioses fotos, i preciós relat, per cert, on és o, on era aquest lloc?
ResponderEliminarGràcies Rosa Ventura per seguir el meu blog !!
EliminarTots els reportatges han estat realitzats a Catalunya i Catalunya té pobles de
platja amb un encant especial I la paella
marinera sempre ha estat un dels plats
gastronòmics típics dels merenderos de
platja des de fa dècades.
una salutació
Jordi Vall
Recuerdo Abandonado
Cuántos caldos, guisos y paellas se habrán preparado en esa triste cocina, antaño bulliciosa y alegre
ResponderEliminarCarmela López!!!
EliminarEstá a primera línea de mar en un pueblo de la costa de Catalunya resistiendo a la especulación inmobiliaria. Si,,,, es un chiringuito de playa con un entrañable jardin!!!
Espectacular!!!
Un abrazo
Jordi Vall
Hermoso relato,con detalles especiales de la bella época!!! Te felicito Jordi ..saludos
ResponderEliminarGracias Susy Torres!!
EliminarUn lugar entrañable a los pies de la orilla del mar. De bió cerrar a finales de los 80.
Una lástima.
Un saludo
Jordi Vall