Toda la familia repetíamos juntos el ritual de cada día a la misma hora, justo antes de comer, sentados en la mesa del comedor, las oraciones e incluso la bendición de la mesa, tarea que siempre realizaba el abuelo.
En la radio, sonaban de fondo y a volumen discreto las noticias de las tres.
Los jueves siempre habían legumbres, cocinadas con panceta, sofrito de tomates y cebollas de nuestro propio huerto. Labor de la cocinera, la abuela, también era servir cada uno de nuestros platos, con su manía de llenar los platos hasta los topes, al acabar todavía quedaba algo en la olla, hacía una segunda ronda de cucharones para cada uno y a la vez pronunciaba siempre la misma frase de todos los días: "ahora, ¿por este poco lo vais a dejar?" ,
El menú de los jueves requería tranquilidad, para degustar con detalle cada uno de los ingredientes empleados, cierto, y exquisito. Era lo apropiado antes de un trabajo duro, por la tarde tocaba comenzar con la siega, la buena cosecha de este año ya estaba en su punto adecuado y hacía días que contentos cantábamos todos juntos:
"Por fin llegó la cosecha,
llegó la cosecha hermano,
que ya parieron sus frutos,
regadíos y secanos.
Atrás quedan temores,
hielos, cenizos nublados,
sufrimientos y sudores,
bajo la cosecha hermano.
Por fin llegó la cosecha,
venga alegría, vente a la fiesta,
salta, baila, ríe y vuela.
que ya llegó la cosecha."
A lo lejos, no se distinguía con exactitud, parecían gritos, sin poder descifrar que decían, pero aquel era el momento de disfrutar de aquel delicioso plato gastronómico, nada nos importaba más, hasta que los gritos ya fueron claros y enérgicos, fuego!, fuego!, la cosecha se quema!. Todos alzamos la mirada al mismo compás, nos miramos y sin decirnos nada, nos levantamos de la mesa y salimos corriendo con la única intención de salvar nuestra trabajada cosecha, para nosotros, nuestro único recurso y medio de vida. Hicieron falta pocos minutos para que las llamas con ayuda de un ligero viento del norte lo arrasara todo por completo, poco a poco las llamas se desvanecieron y el humo se disolvió, dejando aquellos bellos campos de color dorado convertidos en color del negro hollín.
Precioso, como siempre, la mesa con los platos tan fiel a la situación del relato... me encanta! Felicidades Jordi
ResponderEliminarGracias Noelia!!! Encantado de que personas como tu sigan mi blog!!! Me inspiro para las imágenes y relatos en cosas de la vida cotidiana. Disfruto mucho viendo trabajos fotográficos como el que realizas en tu blog.
EliminarUn abrazo
Jordi Vall
Fantástico Jordi!! Coma sempre consigues que esperemos a nova reportaxe con ansia. Non perdas a inspiración.
ResponderEliminarSaúdos
Ola Martina !!! Estou tan feliz que disfrutara desta historia. Grazas por seguir este blog, estou moi satisfeito cos seguidores como vostede ea súa terra !!
Eliminarun saúdo
Jordi Vall
.Bella historia.. bellas imagenes.quedaron plasmados los personajes en ellas...Un abrazo
ResponderEliminarGracias Suana Montroch!!! por seguir este blog, Un abraxo para ti también!!!
EliminarUn saludo
Jordi Vall