FUTURO SOSTENIBLE

Al entrar advertí ese olor tan característico que conservan los lugares poco a poco devorados por el polvo acumulado desde el pasado y que vamos dejando atrás. Aún asomaban por las paredes del salón cuadros pintados con pintura barata, cuarteada, y que ahora ya son sombras de lo que un día fueron. Mientras observaba, sentía la sensación de un universo luchando por su propia existencia y día tras día al borde de caer al vacío, sin trabajo, sin ayudas, sin ingresos, sin pensiones, con un hijo afectado de parálisis cerebral y todo ello sin saber como disfrutar de la oportunidad de vivir, o al menos, esa fue la primera impresión que me causó. Poco importaba ya todas esas apreciaciones de mi imaginación, el mundo nunca se detiene ante nada ni nadie y el tiempo no cesa de correr para todos.

Mi único trabajo esa noche era examinar los cadáveres de aquella pareja de mediana edad que yacían en el suelo de la cocina. Estaban unidos por un abrazo que la muerte se había encargado de sellar antes de darles paso a la eternidad. Lo primero que llamó mi atención fueron sus ojos, sobretodo los de la mujer, iluminados, una visión ya rara entre los vivos, quedé absorto por unos momentos, hasta que mi compañero me agarró del brazo y me preguntó: ¿todo va bien?.

Por más vueltas que le daba no encontraba el desenlace o explicación a lo que ya era un enigma. No habían signos de violencia en los cuerpos, sus expresiones reflejaban una calma absoluta, aún con los ojos abiertos, lo cual ya es de por sí muy extraño. La estancia estaba perfectamente ordenada, sin rastro de actividad alguna. La respuesta más obvia es que habían sido muertes naturales, y eso mismo hubiera dicho hace ya rato si no hubiera sido por lo extraño de la escena, a las 21:08, con los platos en la mesa, y con la olla todavía a fuego lento obteniendo un magnífico estofado adecuado para una cena de celebración o despedida.

Mi mente seguía dividida entre dudosas hipótesis, mientras mis ojos apenas podían apartar la mirada de la escena del crimen. Había algo en ella que me atrapaba, una cierta belleza, no solo la tranquilidad y el amor mutuo que transmitían ambos cuerpos inertes, sino algo más profundo, invisible a los ojos, rindiéndose estos ante semejante divinidad.

Era uno de esos momentos en los que te preguntas si realmente todo lo que vemos, ¿es todo lo que hay?, ¿y si hay algo más?, algo oculto entre lo cotidiano, meditado y espuesto a la espera de unos ojos que miren sin poder comprender o que comprendan sin mirar.

El juez tras realizar la diligencia de levantamiento de cadáveres me comentó: solo queda dar parte a la administración acerca del hijo de la familia, ¿puede encargarse de dar el aviso?. Aquel niño, ya huérfano, tenía que pasar a ser tutelado por un organismo especializado en toda regla para cumplir con todas las necesidades especiales que tanto requería y ya nunca más le faltaría nada de nada.