miércoles, 1 de marzo de 2017

VICTIMA DEL INTRUSO


Un hombre de avanzada edad, carnicero del antiguo matadero, aunque ya jubilado hace unos años, de espalda algo arqueada, de ojos saltones, barbilla deforme, pómulos exagerados, extremadamente delgado y por ello nunca rebasaba los 59 kilos de peso en su vieja báscula de aguja. 
Era observado, o al menos eso creía, por aquel vecino del edificio de la esquina, le observaba fijamente y eso hacía crecer en su interior una mezcla de odio y miedo que se expandía en su interior más y más cada día, hasta que la metamorfosis desembocó en una creciente ira. 
Se presentía un inevitable desenlace fatal, esperó con cautela un día y tras otro, creía seguir siendo observado desde la misma ventana de siempre, pasó el verano, el otoño, y llegó la primavera tras lo que quiso durar el invierno.
Llegó el día clave, el día definitivo, el día en que su desbordada paciencia necesitaba vengar aquella intrusión ajena diaria durante años. Apretó sus dientes con fuerza y clavo sus uñas de la mano derecha en su otra mano, luego agarró un cuchillo de cocina como si le fuese la vida en ello y decidió visitar al vecino que con tanto interés le había observado durante años. 
Los zapatos resonaban sobre el adoquinado de la estrecha calle, llevaba una idea fija en su mente, jamás se sentiría avergonzado de sus actos, o al menos eso quería pensar, soy firme en mis decisiones repetía su voz interior una y otra vez mientras notaba un continuo temblor de sus manos, rogaba por tener de nuevo aquellos días plácidos mientras degollaba todo tipo de animales en el matadero, aunque no lograba recordar si realmente los hubo.
Entró decidido en la casa de la ventana que tanto le perturbaba, con frialdad, se acercó a la oscura habitación donde dormía su víctima, pero un ronquido le alertó y seguro de sí decidió esperar el momento preciso. 
El silencio era sepulcral, sonaba el revolotear de un mosquito buscando a su presa, de fondo lentos latidos al ritmo de una respiración pausada, un instante único y perfecto para acabar con aquel acoso diario de años y años. Alzó el cuchillo de cocina afilado a conciencia, con ambas manos y por encima de su cabeza, aparecieron notables palpitaciones, sudores repentinos, en su cabeza un agobiante bombeo, su cabeza parecía estallar,  y al fin, con gran fuerza y destreza, atravesó su propio pecho llegando hasta el fondo de su mismo corazón cortándolo en dos.
A partir de ese momento llegaron los plácidos días, como los vividos en el antiguo matadero.











2 comentarios:

  1. Tu relato me ha traído a la memoria un relato de Poe, "El corazón delator", en el que un suceso similar sucede simplemente por la obsesión de uno de los personajes. Texto e imágenes inquietantes sin lugar a dudas, Jordi.

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    1. Gracias Carmela!!!
      Poe, fantástico escritor,,, me gusta!!!
      La realidad verdadera no existe!!!,,, existen infinidad de realidades!!!
      Hasta donde puede llevarnos el pánico, la obsesión, el ansia,,,, etc
      Un saludo
      Jordi Vall
      Recuerdo Abandonado

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