Se trata de un pequeño pueblo, bucólico y apacible, con una iglesia del siglo XVIII con interesantes pinturas en su interior, situado en el centro del valle y a las orillas de un fluido río. Sus habitantes se dedicaban a la ganadería y a la agricultura, día a día, en un ambiente de sosiego y suma tranquilidad.
En los años 50, una empresa hidroeléctrica vinculada a la oligarquía franquista consiguió los derechos para construir un pantano en el lugar, aunque ello supuso arruinar la vida de un puñado de familias.
Los habitantes del pueblo iniciaron una lucha por intentar salvar, sus tierras, sus casas, su iglesia, el cementerio donde habían enterrados todos sus antepasados, pero todo fue inútil, entre chantajes y amenazas se les obligó a firmar la mísera indemnización por sus propiedades.
Hubo alguna familia que resistió hasta los años 80, y en pleno gobierno socialista, la guardia civil hizo su acto de presencia para expulsarlos de mala manera de sus casas y dinamitarlas para que nadie pudiera volver a habitarlas.
Todavía, a día de hoy, la presa no ha sido construida y en la actualidad la comunidad económica europea desestima su construcción por su impacto ambiental.
Por parte del pueblo la lucha continua ya que las leyes acerca de las expropiaciones, comentan claramente, que el organismo en favor del cual se realizaron las expropiaciones debe realizar las obras en un un cierto plazo, por lo contrario, el expropiado puede solicitar la reversión de los bienes expropiados.
Por parte del pueblo la lucha continua ya que las leyes acerca de las expropiaciones, comentan claramente, que el organismo en favor del cual se realizaron las expropiaciones debe realizar las obras en un un cierto plazo, por lo contrario, el expropiado puede solicitar la reversión de los bienes expropiados.
Y así pues, aquel apacible lugar, fue arrasado sin razón alguna y para nada más que arruinar las vidas de sus habitantes.