lunes, 25 de julio de 2016

ESTRAPERLO DE POSGUERRA 2. MI BICICLETA


Hoy, 1 de Octubre de 1944, en plena posguerra la prensa simpatizante del Caudillo de España publica primeras planas en sus portadas con textos de grandes elogios. Poco tiempo dispongo para leer la prensa, apenas he podido conseguir algún ejemplar desde que se instauró el racionamiento en 1939.
Los cupones de racionamiento no es suficiente y solo permiten a las familias mal vivir y seguir con el rugido del hambre en el estómago.
Cada noche, cargo mi bicicleta hasta los topes, me encargo de distribuir en el mercado negro o estraperlo, como prefieran llamarlo, todos los productos que producimos en la masia. Siempre es un peligro y toda cautela es poca, el riesgo me acecha pero a la vez me carga de adrenalina, por intentar sobrevivir uno puede echar a perder su libertad y la de sus familiares. 
Hoy es Jueves, la guardia civil me espera en el cruce de carreteras, quizás han recibido un chivatazo, circulo por el camino del bosque enfangado de la lluvia de la tarde, el pedalear se hace difícil e incomodo. La noche será larga y muy arriesgada, la mercancía es muy preciada, se trata de un par de botellas de vino artesanal, de las viñas de la masia y guardado en nuestra bodega secreta hasta hoy día de su entrega y solo por encargo.

















domingo, 24 de julio de 2016

ILUSTRE LETRADO


Inexistentes son, en asuntos de derecho, las causas justas y los motivos legítimos al sacrificio de una verdad manipulada o escogida según las necesidades de cada caso.
No tengo rival alguno en el estrado y actúo, con la venia, en pos del único capital que me motiva: Mi egoísta beneficio económico. 
Excuso el brutal apetito de ave carroñera que me invade por dentro, inherente al practicante habitual del oficio que atropello y esconde su cola al mismo tiempo que lo dejo sin argumentos estables o coherentes. Con el principio de la legalidad, ni se me ocurre por un momento perder el juicio, aunque el tiempo sea un enemigo letal y el estrés acompañado de la ansiedad mis únicos aliados para pisotear a mis víctimas sin tan siquiera mirarlos a los ojos.
Usted, ¿es delincuente o asesino?, ¿que importa eso?, puede hoy refugiarse a mi vera, inocente o culpable, sinceramente es que me da igual, siempre y cuando esté dispuesto a pagar por ello usted obtendrá la sentencia que desee y a su más entera satisfacción. 
Aunque el ganar o perder los casos, me es al fin y al cabo totalmente indiferente, sin notar en mi memoria ni el más mínimo remordimiento de conciencia en mi larga trayectoria como letrado. Por mi ética profesional, acerca del caso que usted hoy me viene a plantear, tampoco sería motivo suficiente para justificar un impago de mis honorarios, el resultado o la sentencia, sea cual sea la elegida o sorteada para ese día por el ilustre Sr. juez.
Estos pensamientos cruzaban su cabeza mientras simulaba escuchar con atención el relato del próximo cliente a desplumar, solo le faltaba estirar de esa lengua de charlatán y descifrar de cuanto efectivo disponía para exprimir todo el jugo, igual que hizo con todos los demás.
Y llegó el momento clave: Sr. Seigmawell, comentados todos los detalles más relevantes, para comenzar con su defensa y conseguir su inocencia, la previsión de fondos asciende a un importe de.... apareció un largo silencio, mientras mantenía fija la mirada en los ojos del desamparado cliente con cara de conejito apunto de ser degollado, hasta que éste por iniciativa propia ofreció una cantidad igual o muy cercana a todo su efectivo disponible en sus cuentas bancarias.















sábado, 2 de julio de 2016

FE DESATENDIDA


Cuando uno está acomodado a conjugar el trote del potro salvaje con el arrastrar cansino del húmedo caracol, el camino de la fe se hace difícil, marcado por cotas de entusiasmo celestial y, a la vez, de descenso en picado hasta el inframundo personal. En unos instantes prevalecen las emociones con eufóricas sonrisas, en otros, penurias y depresiones que no conducen a ninguna parte recomendada. Algo me traiciona por dentro, no lo puedo esconder ni negar, vehemente, apático, apasionado, distraído, radical, dubitativo, entusiasta y taciturno, en la mochila de mi vida cargo con todos estos rasgos de mi persona. 
Lo malo de la situación, querido amigo, es cuando no hay camino recto y seguro en nuestras vidas. Cuando ando fuera de la senda llega la catarsis y la llama de la fe se consume hasta apagarse por completo. 
No se diluye el sentir, pero si su fuerza y perseverancia. Lo que antes era entrenamiento interior, ahora es negligencia de los sentidos, sin esperanzas, sin sentir que tras la crisis hay luz alentadora, resbalo en la ausencia de oposición, proposición y, de cuando en cuando, alcanzo la más pura negación. Ya no hay la espera de que al domingo siguiente sea diferente a los vividos antaño, cuando éste llega de nuevo, sigo mirando de lejos allí donde se produce el merecido milagro más sencillo. Y es duro saber que sin rectificar la conducta y el existir del pensamiento racional es muy posible que todo siga siendo igual día tras día. 
Me duele, me quema y me siento herido, he olvidado lo que era sentirse bien, en el camino, antes del verano del 86, ya tan lejano de mí como inalcanzable. Y fue, ese mismo verano el de la inevitable encrucijada perversa y sin retorno. 
¿Queda esperanza?, debe haberla. A lo mejor, fuera del camino, ausente de la virtud, es como experimento el impulso que me hace escuchar el eco de un tenue latido. Y lo que late, aunque sean quejidos de melancolía, es porque mi alma supura algo de vida contenida. Ojalá que esta ínfima fe siga viva. Aquí sigo aguardando, a lo largo de estos años, con el nuevo testamento en la mano a que Dios me descifre algún día la clave para abrir con la llave adecuada la puerta del laberinto que hace de muro en mi camino.