domingo, 1 de febrero de 2015

HOTEL REY LEON


Los días eran tranquilos y rutinarios en el hotel, pasaban uno tras otro sin pena ni gloria, realizando cada día las mismas tareas para los clientes hospedados. Más que un hotel, era una sencilla pensión de pueblo con clientes habituales viviendo largas temporadas e incluso de por vida, aunque todos ellos comentaban que su estancia era pasajera.




La ermita pequeña y alejada del pueblo no tenía espacio habitable para albergar al sacerdote y por esa razón el sacerdote se hospedaba desde su llegada al pueblo en la habitación número 2, aportando una tranquilidad y una bendita protección a todo el hotel. 



Era una persona muy apreciada, de trato sencillo, con un buen criterio para moderar ante cualquier conflicto, y eso, a Raimundo, propietario del hotel, le evitaba de muchos problemas ya que el sosiego siempre había sido la característica principal de aquel entrañable lugar.



Otras habitaciones eran ocupadas por el alcalde, soltero hasta la fecha, otras dos habitaciones por una familia con dos niños y sin apenas recursos, y así una tras otra hasta llegar a un porcentaje aproximado del 70 % de las habitaciones ocupadas por residentes crónicos.





En aquella noche de Diciembre estaba cayendo una gran tormenta, faltando poco para que la cena fuese servida a la certera hora de siempre y con sus comensales ya sentados en sus asientos de costumbre. 




Fuertes y agradables aromas salían de la cocina, caldo de pollo con fideos. Cocinado con animales del corral y verduras del huerto propio.




Un caballero con traje negro, alto y con muy buena presencia, hizo su entrada en el hotel, llevaba consigo dos grandes maletas y una pesada caja, se registró en el hotel para pasar una larga temporada, atendiendo él mismo las necesidades de su habitación y eludir la entrada de personal del hotel o de otros huéspedes en su estancia.


Los años pasaron, y en todo ese tiempo nunca nadie pudo entrar en la habitación del misterioso forastero, la número 8, y tampoco pudieron saber nunca cual era su medio de vida, apenas salía de su habitación más que para hacer sus necesidades o bajar a la planta baja en las horas de los desayunos o comidas. 





Pasaron 23 años desde su primera noche en el hotel y llegó el día en que el forastero no se levantó de su lecho,  la muerte de manera natural se apoderó de él a sus 74 años, y aquel día todos pudieron descubrir que trajo consigo el forastero, con forma cúbica, de gran peso y embalado en cartones en aquella noche de su imprevista llegada al hotel. 


Una caja fuerte de tamaño reducido con una gran fortuna en su interior, procedente de una solvente entidad  bancaria víctima de un gran robo, del cual nunca se pudo descubrir, hasta aquel momento, al ladrón de guante blanco autor de lo que se llegó a catalogar como el "Gran robo del siglo".

2 comentarios:

  1. Increíble historia, desde que llegó el caballero alto con traje negro, he querido saber que éra ésa caja pesada, el robo del siglo impresionante historia, gracias por compartir

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    1. Gracias por seguir este blog!!! encantado de que te haya gustado.
      Un saludo
      Jordi Vall

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